💭 “¿Y vos también te volviste coach de vida?”
Me lo preguntó alguien hace tiempo, medio en broma, medio en serio.
Y no supe qué responder en el momento. Pero con los años entendí por qué muchos entrenadores, coaches deportivos, instructores… terminamos hablando de mucho más que ejercicio.
Al principio enseñamos a moverse, a fortalecer el cuerpo, a crear hábitos. Pero con el tiempo nos damos cuenta de que el verdadero obstáculo no está en el cuerpo… está en la cabeza.
Y que el mayor cambio no es el físico, sino el interno.
Porque entrenar también es aprender a creer en uno mismo, a respetar tus límites, a ponerte objetivos y sostenerlos aunque no tengas ganas. Es lidiar con la frustración, con la voz que dice “no puedo”, con el miedo al juicio.
Ahí entendés que el cuerpo es solo la puerta de entrada.
Y que si querés ayudar de verdad, no podés separar lo físico de lo mental, lo emocional, lo humano.
Por eso, con el tiempo, nuestra mirada se vuelve más amplia.
Porque vemos lo que hay detrás de un “no tengo tiempo”, un “no soy constante”, un “quiero estar mejor”.
Y lo acompañamos.
No sé si soy “coach de vida”, pero sí sé que estoy para acompañar procesos reales, desde el cuerpo… hacia adentro.
🧘♀️💪
Hace muchos años, tenía esa visión de una persona saludable que no fuma, no bebe, hace deporte, aunque no tenga ganas, va igual… y yo pensaba que me encantaría ser así, pero no iba a conseguirlo.
Pero un día empecé.
Dejé primero el cigarrillo, luego de beber, de tomar café, de salir tanto de fiesta. Tuve subidas y bajadas, a veces muy constante, a veces nada. Pero siempre volvía.
Es que cuando uno intenta mil y una veces, a pesar de no lograrlo… en algún momento va a llegar.
Y hoy, después de haber comenzado una vida desde cero —y digo desde cero— porque hace 5 años, con esos altibajos de entreno/no entreno, como bien/no como bien, tengo una mente sana y otra con mil demonios… viajé al otro lado del continente.
Sin hablar el idioma, con mi rutina soñada hecha pedazos, queriendo armar mi vida de un día para el otro, me encontré con la primera barrera: el idioma.
Decía “bonjour” y los números. No tenía dónde vivir. No tenía trabajo. Tenía una sala donde ir a matar mis pensamientos de “no puedo”, “¿por qué vine?”, “¿qué hago acá?”, “¿y si me sale mal?”
Tenía dinero para vivir 3 meses. Y si no… a casa (donde había vendido absolutamente TODO).
Y seguí, apostando.
Lloré mil veces. Me llamaban para entrevistas y como no hablaba francés, ni me daban la oportunidad.
Pero pasaron los meses y conseguí un trabajo, de algo que nunca había hecho, pero me ayudó a comenzar de a poco mi vida. La vida que quiero.
Y el entrenamiento… seguía cada tanto. Iba y venía. Comía bien y mal (no conocía dónde ni qué comprar).
Y cuando todo empezó a ponerse en orden, planifiqué viajes, visitar a mi hermana en otro país que no veía hace 2 años… llegó el COVID.
¿Y ahora? Somos solo vos y yo, Olivia.
No hay nadie más en el edificio. No sé si puedo salir en mi barrio porque ni siquiera sé dónde vivo (llevaba apenas 15 días en mi nuevo apartamento).
7 pisos por escalera. Una habitación de 15 m². París es una ilusión…
Pero era mi espacio.
Y sin casi nada en la casa pasaron los días, los meses…
Encontré un parque a la vuelta y salía a entrenar todos los días con mi perro. Fue mi escape y mi terapia.
No sé cómo fue tu pasaje por esa etapa, pero muchos se olvidan que ese fue un DESPERTAR al mundo.
Un: viví el presente.
Dejá de proyectar una vida de la cual no tenés un presente.
Dejá de vivir en el pasado.
El hoy, el ahora, es lo único que te conecta con lo que sos.
¿Querés ser feliz?
Entonces dejá de viajar con la mente.
Volvé a vos.
Tomá una respiración profunda.
Tocá tres cosas que tengas a tu alcance.
Sentí tu piel y RESPIRÁ.
De a poco, volví a conectarme con esa visión que tuve hace mucho y de la cual me alejé por cosas de la vida que fueron pasando.
Volví a entrenar pero con más constancia.
Volví a cocinarme, comidas más sanas. Probé recetas (bueno… como todos en esa época 😅).
También miré miles de películas, medité, comencé a hacer yoga online y tomé cursos.
No es fácil.
Hay días más difíciles que otros.
Es difícil no estar con tu familia, la que veías cada fin de semana para almorzar un domingo.
No están tus amigos con los que te juntabas a tomar mate en cualquier casa, los cumpleaños de la familia, los asados, las guitarreadas…
Todo eso se extraña infinitamente.
Pero no podemos vivir en el pasado, porque hace un agujero en el corazón.
Tenemos que crear nuestro futuro con las acciones del presente.
Entonces… ¿cómo hacer eso?
¿Qué puedo hacer para sentirme feliz con la vida que tengo?
Para no tomar un pasaje y escapar de mi realidad.
¿Te ha pasado?
Esa necesidad de estar siempre en un avión, salir de la vida que elegís… y al mismo tiempo evadís.
Me ha pasado.
He viajado muchos años. He recorrido muchos lugares en el mundo: el norte, el sur, el oeste, las islas, las montañas.
Es hermoso, el mundo. Es verdad.
Pero es más hermoso crear tu propio mundo y llenarlo de todas las cosas de las que no podés escapar sin miedo.
Hacer las paces con esas cosas, porque te van a acompañar a cualquier parte que vayas.
Por eso es importante:
Limpiar tu casa.
Limpiar tu cuerpo.
Tener una rutina de alimentación para sentirte bien.
Una rutina de ejercicios para liberar endorfinas.
Una rutina para limpiar tus pensamientos.
Y si es necesario, pedir ayuda a un profesional.
Sí. Un entrenador, un nutricionista, un psicólogo.
Personas que te ayuden a entenderte y te enseñen técnicas para encontrar tu paz interior.
¿Que por qué la mayoría de los coachs se vuelven coachs de vida y te dicen frases “cliché”?
Pues la verdad es que como coaches, por experiencia propia, queremos ser una mejor versión de lo que fuimos.
Y estudiamos, leemos, buscamos cómo sentirnos bien en nuestro propio cuerpo, en nuestra propia piel.
Sin tener que comprar pasajes a la felicidad.
Sin comprar cosas materiales que se rompen.
¿Tiene lógica lo que te digo?
Y si no… está bien también.
Es solo lo que pienso.
Y me gusta ser bien sincera con vos.
✨